La emergencia pedagógica en la Argentina
Tras la irrupción del COVID-19, el sistema educativo resultó severamente trastocado. Si bien diferentes fenómenos habían implicado interrupciones en el sistema educativo, en ningún otro momento de la historia se suspendieron las actividades de más de 1,215 millones de estudiantes. En julio de 2009, debido a la cantidad de casos de Gripe A (comportamiento del virus de la influenza pandémica [H1N1] 2009 y 2010 en la República Argentina) que se habían registrado en el país y a la gravedad de los mismos, el gobierno canceló las clases en varias jurisdicciones.
Se habían acumulado un total de 14.160 casos de Infección Respiratoria Aguda Grave (IRAG) que requirieron hospitalización. El grupo de edad más afectado son los adultos de 50 a 59 años de edad. No se encuentran diferencias según sexo, sin embargo, se observa una diferencia entre las tasas por grupo de edad. El grupo que mayor diferencia presenta es el de 20 a 29 años, donde las mujeres superan a los varones en un 80% (p<0.001). Esta relación se invierte a favor de los varones en los grupos entre 40 a 59 años. Por otra parte, se confirman 626 personas fallecidas asociadas a la influenza pandémica.
Tal como sucede en estos días con la pandemia del COVID-19, también en el 2009 se suspendieron las clases por un tiempo. El COVID-19 ha causado varios problemas en la educación en la mayoría de los países del mundo. Muchos gobiernos han cerrado temporalmente las instituciones educativas en un intento por contener la propagación de esta pandemia. Estos cierres a nivel nacional han afectado a más del 90% de la población estudiantil mundial. Varios otros países han implementado cierres localizados que han afectado a millones de otros y otras estudiantes.
Según la UNESCO, hasta principios de abril de 2019 y como consecuencia del cierre de instituciones educativas como medida para detener la rápida propagación del COVID-19, al menos 1.58 mil millones de estudiantes donde aproximadamente cerca de los 800 millones son niñas, se encuentran fuera de la escuela en todo el mundo. De ellos, hasta principios de junio cerca de 160 millones corresponden a estudiantes de América Latina y el Caribe.
Una diferencia muy importante entre aquella epidemia y la actual pandemia, es que el COVID-19 es una enfermedad nueva y se cuenta con información limitada acerca de los factores de riesgo de enfermarse gravemente. Con base en la información disponible actualmente y la experiencia clínica, los adultos mayores y las personas de cualquier edad que tienen afecciones subyacentes graves podrían tener un mayor riesgo de enfermarse gravemente a causa del COVID-19.
Por tanto, nos encontramos frente a un panorama de urgencia educativa, cultural, ambiental, económica y social. Los seres humanos tuvieron que trasladar a su hogar; el trabajo, la educación, el ocio, las terapias y un sinfín de actividades, provocando en muchas ocasiones caos estructural, organizacional y emocional.
Este sentimiento de urgencia educativa nos lleva a replantearnos diferentes paradigmas establecidos y métodos educativos que no se ajustaban a la nueva realidad. Entendamos, entonces, que la educación tiene un impacto trascendental en la vida de un ser humano y por ello los sistemas educativos están en proceso de transformación. Esta transformación o urgencia ha desplegado múltiples métodos para llegar a todos los hogares a nivel educativo y no dejar a nadie sin el derecho a la educación.
La cultura en educación
La creatividad en la innovación es uno de los impactos más importantes hoy en día, juega un rol fundamental para aquellos que tienen conocimiento de la tecnología y para los que no, tuvieron que aprenderlo. Esto nos hace pensar que la pandemia regaló oportunidades de aprendizaje para aquellos que no tenían pensado innovar en sus clases, en sus hogares y en sus trabajos.
“Es importante saber que la cultura determina las experiencias educacionales y afecta el grado en que los estudiantes perciben su experiencia como algo significativo y relevante en sus necesidades y el entorno en general. La cultura en educación nos contribuye a entender un término de aprendizaje profundo sustentando todos los procesos y relaciones, siendo el nutriente de las relaciones sociales. Deberíamos replantearnos qué valor le damos a la cultura desde nuestro lugar, sabiendo que somos los que construimos la fuente del futuro” Natalia Di Doménico.
Convivimos con una situación que nos obliga alterar nuestra forma de educación en las aulas, nos desafía a conocer nuevos caminos, con la urgente necesidad de capacitarnos y llevar adelante mecanismos de educación virtual y con ello, plantear todo de manera diferente, nuevas metodologías combinando lo pedagógico con lo emocional. Una situación atípica pero no impensada, ya que grandes universidades brindan formaciones on-line, formando grandes profesionales a nivel mundial. Desde nuestra experiencia como docentes, esta es una nueva era de origen forzado, que supone el intercambio entre docentes, alumnos y la familia en general, de manera virtual.
Aprender del pasado, resignificarnos en el presente y mirar el futuro con aires de crecimiento en donde no encontremos docentes agobiados, estudiantes estresados y familias desbordadas, sino más bien encontremos una sociedad trabajando conjuntamente por el bien común. Debemos saber que en algún momento de la historia argentina también las clases se suspendieron por algún motivo y la vida siguió, porque lo fundamental y lo que importa, es que la vida de cada uno de nosotros continúe y mejore habiendo aprendido y logrado una sociedad cada vez más justa y equitativa en ámbitos educativos, culturales y sociales.