Ciberbullying en el ámbito educativo: lo que se invisibiliza no existe
Bullying y ciberbullying son conceptos cada vez más en uso porque se están tomando, poco a poco, las medidas necesarias para aplacar estas situaciones de violencia en nuestras juventudes (Pérez y Pérez, 2016; Pierdant, 2013). No obstante, estos términos van adaptándose a los nuevos acontecimientos que vamos viviendo. Por esta razón, consideramos de vital importancia actualizar y entender las siguientes premisas, considerándolas objetivos de este artículo: Primero, asentar de manera general las bases teóricas sobre bullying y ciberbullying. Segundo, reflexionar si el ciberbullying ha aumentado o no en nuestro alumnado durante la pandemia Covid-19. Tercero, sintetizar, con algunos testimonios reales como apoyo, lo que hoy conocemos sobre ciberbullying: sus mitos, su papel durante el periodo de pandemia que estamos viviendo y las recomendaciones que algunos expertos aconsejan. Cabe puntualizar que, aunque se lean testimonios a lo largo de este artículo, estos solo ayudan a comprender el contenido de este. No puede entenderse como un estudio puramente descriptivo debido al escaso muestreo testimonial contado, sino más bien como un artículo divulgativo con investigaciones objetivas.
DIFERENCIA ENTRE BULLYING Y CIBERBULLYING
La palabra bullying es un anglicismo que en español viene siendo lo que llamamos acoso escolar, también conocido como maltrato o violencia entre iguales (Olweus, 1993). Este concepto es definido como un comportamiento en donde intervienen tres tipos de perfiles: acosador, acosado y espectador (este último no siempre suele estar) con los cuales se crea un clima de hostigamiento, intimidación y/o abuso en donde el perfil acosado se convierte en víctima de un maltrato físico, psicológico y/o verbal (Cook, Williams, Guerra, Kim y Sadek, 2010; Gil, 2020) . Asimismo, que existan roles en esta acción no significa que el hecho se dé solo con dos o tres individuos; podemos encontrar varias personas ejerciendo de acosadas, espectadoras o acosadoras. Garaigordobil y Oñederra (2010) diferencian cuatro tipos de acoso escolar:
- Físico: aquel en donde interviene la fuerza del individuo, por ejemplo, pegar, robar, esconder, romper, vejar…
- Social: aquel que tiene que ver con la exclusión y la indiferencia, tal como: marginar al acosado…
- Verbal: motes, insultos, difamaciones…
- Psicológico: aquel relacionado con la autoestima, el miedo y las inseguridades (incitar al miedo, reírse de su aspecto físico…).
Estos cuatro tipos de acoso generan un aumento de la angustia, ansiedad, miedo y del absentismo escolar; y una disminución de la seguridad, la autoestima, la capacidad de defensa, la protección y el control de sí mismo (Gulliana, 2020; Azúa, Rojas y Ruiz, 2020). Además de esto, Molina y Vecina (2015) recuerdan los cambios que pueden originarse en el acosado cuando es víctima de bullying, algunos de estos son los reflejados en la siguiente tabla:
No obstante, con el paso de los años y la evolución de las tecnologías, las TIC han creado una nueva forma de acosar de manera intencionada y agresiva, la cual la víctima no puede defenderse tan fácilmente ya que se pasa de un escenario real a uno virtual en donde entran diversas herramientas como: el teléfono móvil, las aplicaciones, las páginas web y las redes sociales. A este fenómeno se le llama ciberbullying, haciendo distinción entre acoso cibernético ya que este último se da entre personas adultas. Tanto el bullying como el ciberbullying se originan entre individuos iguales, pero en diferentes entornos. Podríamos considerar este último más dañino ya que hay una difusión mayor y más rápida de la información negativa que el perfil acosador quiera enviar.
Por otro lado, existen muchas investigaciones con respecto al cyberbullying (Aftab (2006), INTECO (2009), Tokunaga (2010). Kowakski, Agatston y Limber (2008) identifican diferentes tipos de ciberbullying:
- Mensajería. Mensajes puntuales impropios e insultos por diferentes canales: Whatsapp, Telegram, correo electrónico, Facebook…
- Desprestigio. Envío de contenidos falsos que van en contra del honor y los principios morales de la víctima: fotografías sexuales…
- Hostigamiento. Difusión reiterada de mensajes o acciones a la víctima a través de diferentes canales de información telemática o mensajería: redes sociales, páginas web personales, aplicaciones multimedia… También la ciberpersecución se encuentra en este tipo de acoso.
- Falseamiento de identidad. Cuando el acosador se hace pasar por la persona a quien acosa utilizando sus cuentas (aplicaciones) personales.
- Desvelación. Momento en el cual se hacen públicas ciertas informaciones privadas del acosado o de la acosada.
- Exclusión. Aislar virtualmente a la víctima de actividades en red.
- Paliza feliz (happy slapping). Actualmente está cobrando más protagonismo. Está relacionada con la subida a redes de grabaciones en donde la víctima sufre agresión física por parte del perfil acosador.
Para entender el ciberbullying, presentaremos el siguiente caso de una joven que sufrió exclusión, hostigamiento y falseamiento de identidad por su grupo-clase:
Testimonio 1 – María, 19 años (México).
Cada vez que vibraba el móvil, sentía miedo e inseguridad por desbloquearlo porque no sabía qué podía encontrarme. Mi agresora me acosó desde Primaria y, ahora que hay redes sociales, es peor todavía porque me eliminó de todos los grupos de Whatsapp y Facebook que compartíamos en clase. Además, cada día subía a su tablón de Facebook algún mensaje insultándome o riéndose de mí. Lo que más me duele es que recibía me gustas de compañeros míos de clase y de otras aulas. Estaba cansada de esa situación.
Una vez recibí un correo electrónico dándome la bienvenida a una página de apuestas online. No sé cómo lo consiguió o si tuvo ayuda de alguien, pero seguramente tendría mi contraseña de mi correo o algo similar. He tenido que hacerme más de tres cuentas para poder frenarles. También enviaron en Twitter una imagen en donde aparecía una foto mía simulando una soga en mi cuello. En esa imagen se leía: “queremos verte así”. También recibió me gustas. He pensado, algunas veces, en suicidarme… Quizás no sea la mejor opción, pero es aquella que más me tranquilizaba. Así dejarían de burlarse de mí. Por suerte, ya no los veo más. Me dan asco.
Tras esto, ¿qué semejanzas y diferencias existen entre estos dos conceptos de acoso?
Semejanzas
- Ambas son acosos continuados a largo plazo.
- Existe una persona sumisa (perfil acosado) y otra que tiene el control y crea situaciones de abuso (perfil acosador).
- Es intencionado y causa violencia física, psicológica y/o social.
- Gran parte o total ausencia de provocación por parte de la víctima.
- El entorno conoce lo que sucede, pero no ayuda a frenar las situaciones de violencia.
Diferencias
- El bullying puede llegar a tener más empatía por parte de la comunidad y del acosador que el ciberbullying ya que no existe un cara a cara, es decir, una presencialidad.
- A veces el ciberbullying es una expansión del bullying, en otras palabras, se extrapola lo que sucede en clase al horario extraescolar (Langos, 2012).
- En el ciberbullying, el perfil acosado no puede desaparecer a no ser que no utilicen las TIC. En cambio, en el bullying esto no sucede ya que una vez que el acosador no se encuentra en el mismo lugar que el acosado, este acoso deja de existir.
- El ciberbullying tiene mayor amplitud de audiencia y medios; ya no solo ocurre el hecho en un espacio físico, sino que este se extrapola a espacios de movilidad en red.
- En el acoso tradicional, las características físicas afectaban a la hora de agredir al acosado. Sin embargo, el ciberbullying no necesita de ciberagresores fuertes físicamente, sino de individuos que quieran causar violencia a sus ciberacosados.
MITOS
El ciberbullying –y también el término bullying– ha sido mal entendido por la sociedad. Se han considerado diferentes cualidades o conductas estereotipadas como factores de este tipo de violencia. Por esta razón, hemos considerado de vital importancia incorporar aquellas ideas erróneas sobre estas situaciones a través de los siguientes mitos sustentados por Molina y Vecina (2015) y Castro y Reta (2017).
Mito 1. Lo que se invisibiliza, no existe.
Existen numerosos estudios –realizados por UNICEF, Bullying Sin Fronteras, Fundación Anar…– a nivel nacional e internacional en donde se demuestra la existencia de acoso cibernético.
Mito 2. El ciberbullying es una enfermedad.
No existe un patrón claro y establecido como para afirmar que sea una causa orgánica.
Mito 3. Esto siempre existirá.
Esta reflexión demuestra pasividad e indiferencia frente a los casos de acoso. Podemos cambiar los casos si existe una concienciación y unas políticas sociales que la acompañen.
Mito 4. Son cosas de la edad, le ayudará a madurar.
Ser víctima de violencia no es cuestión de edad y, mucho menos, ayudará a tener más resiliencia. Es cierto que las situaciones difíciles ayudan a mejorar nuestra capacidad de enfrentarnos a los hechos, pero cualquier tipo de violencia perjudica al estado psicológico del individuo, haciendo que sea incapaz de afrontar determinadas situaciones con determinación.
Mito 5. Esto sucede entre colectivos marginales.
Cualquier individuo, niño o adolescente, de cualquier género, puede formar parte de los perfiles de estos sucesos. Existe un perfil amplio de acosadores, acosados y espectadores.
Mito 6. Hijo mío, si te pegan, tú dale más fuerte.
Error. ¿Qué estamos creando en el subconsciente del niño o de la niña cuando decimos esto? Le hacemos entender que la violencia está bien y justificamos el acto del perfil acosador.
Mito 7. Cuando veas algo raro, tú te callas y no te metas.
Esta es una forma pasiva de aceptar la violencia. Con concienciación y responsabilidad ayudaremos a frenar estas situaciones de ciberbullying. No es chivarse, es hacer justicia: si te metes con alguien, te metes conmigo. El profesorado debe desarrollar la empatía en sus grupos-clase.
Mito 8. Si eres agresor o acosado, lo serás siempre.
Falso. El rol puede cambiar –llegar a ser acosado y convertirse en agresor por venganza, por ejemplo– o desaparecer. Esto no es un estigma.
Mito 9. Si no hay agresión física, no es maltrato.
Error. Existen otros tipos de maltrato, tal y como dijimos en el apartado anterior: psicológico, verbal y social.
Mito 10. Debemos ocultar este problema porque repercutirá en el status del centro.
Ante esta reflexión, cabe preguntarse si el equipo docente es realmente un buen equipo profesional. La tarea de todo docente es preocuparse por su alumnado, por tanto, crear un buen plan de convivencia no solo ayudará a mitigar los casos de acoso, sino que fortalecerá al centro educativo porque se notará su involucración en causas de violencia. El compromiso aporta calidad.
Mito 11. Los docentes están preparados para combatir cualquier situación de acoso cibernético escolar.
Existe la llamada renovación didáctica docente la cual insiste en una formación continuada del profesorado ya que en educación no existe un tiempo de descanso. Esta avanza de la mano de la sociedad. Cualquier cambio, temática o interés en los ciudadanos, repercute en la educación. No hay educación sin ciudadanía. Por este motivo, resulta muy complicado que el docente tenga todas las herramientas y conocimientos necesarios para combatir y solucionar los problemas que puedan darse en un aula cuya característica principal es la heterogeneidad. Esto no significa que el docente sea incapaz de responder a ciertas situaciones, sino que se necesita tiempo y formación –por parte del profesorado– para responder a los desafíos del siglo XXI.
El siguiente testimonio es un claro ejemplo de necesidad de renovación didáctica constante:
Testimonio 2 – Docente de 3 ESO, alumnado de 15 años (España).
Ahora con la situación de pandemia con la que vivimos, se me hace cuesta arriba tratar de solucionar ciertos problemas. La semana pasada, en una de mis clases dadas por una aplicación de videollamada, el gamberro de clase no paraba de acosar a un alumno cuando este empezaba a hablar. El agresor encendía su micrófono y se ponía a soplar en él, haciendo que el acosado no pudiera hablar. En otra ocasión, el agresor compartía su pantalla en donde se veía un dibujo en Paint donde se leía: cállate gordo; mientras el acosado exponía un trabajo de clase. Me siento impotente porque no sé cómo parar esto con las TIC. De forma presencial era mucho más fácil, pero ahora… no sé qué hacer. Tengo que investigar cómo poder parar este acoso reiterado a mi alumno.
EL USO DE INTERNET COMO HERRAMIENTA DE ACOSO
Internet está ocupando un mayor protagonismo en nuestras vidas a tal modo que nos costaría entender nuestra sociedad sin él porque este posibilita un manejo de la información muy óptimo. Los estudios demuestran que los usuarios latinoamericanos son activos en las redes. ComScore (2020) situó a México y Brasil como los países de Latinoamérica cuyos ciudadanos utilizan más el móvil (87%) en su tiempo digital, seguido de Argentina (86%) y superados por países como India (94%) o Indonesia (93%). Además, este estudio determinó que durante la pandemia que estamos viviendo el aumento de mensajería instantánea subió un 127%, seguida de la educación 64% entre septiembre de 2019 y septiembre 2020. Estas subidas son considerablemente lógicas debido al cambio que ha generado la Covid-19 en nuestras vidas. Sin embargo, llamar nativos digitales a aquellos individuos que han nacido en esta Era Tecnológica es un arma de doble filo ya que estos pueden convertirse en huérfanos digitales si no reciben una educación acorde con el uso de las TIC.
El uso de la netiqueta es fundamental a la hora de utilizar las TIC porque sin ellas pueden generarse situaciones de ciberbullying, generando situaciones irremediables para los acosados. Por esta razón, debemos preguntarnos:
¿Es Internet una herramienta de acoso? ¿se generan estos hechos entre nuestras juventudes e infantes?
La ONG Bullying Sin Fronteras recalca que en México siete de cada diez niños y adolescentes sufren algún tipo de acoso, esto supone que más de la mitad de nuestras juventudes han sido acosadas en su vida.
Por otro lado, existen otros estudios en donde se demuestra que los motivos de agresión son debidos a la forma de ser del acosado (55,3%), el aspecto físico (49,8%), las cosas que dice la víctima (48,5%), entre otros motivos. Estos datos son presentados por el II Informe de Prevención de Acoso Escolar en centros Educativos, realizados por la Fundación Anar y Mutua Madrileña. También este mismo estudio concluye en que la mayoría del alumnado considera el acoso escolar (bullying o ciberbullying) como un tipo de maltrato que perjudica tanto a las víctimas (55,1%) como al resto de alumnado de la clase (44,4%).
En cuanto al ciberbullying a nivel mundial, UNESCO (2017) incide en que la mayoría proviene de países industrializados. Además, se denota una clara diferencia entre la violencia física y el acoso escolar, siendo este más habitual. La investigación demuestra que existe más riesgo de sufrir violencia online entre los jóvenes que en adultos ya que estos están más expuestos en redes sociales.
En definitiva, se confirma que el uso de Internet puede conllevar a situaciones de violencia, lo cual hace que nos replanteemos qué retos y recomendaciones deberían conocer nuestros jóvenes y sus familias para frenar este tipo de situaciones.
CIBERBULLYING Y PANDEMIA (COVID-19)
Testimonio 3 – Anónimo, 14 años (España).
La Covid ha sido medio alivio y medio estar igual porque cuando me conecto por videoconferencia, a veces encuentro a la chica que se mete conmigo. Antes de la Covid era un acoso casi a diario, pero ahora hay dos grupos en clase y yo estoy en uno y ella en otro, pero, a veces, nos vemos en la misma clase virtual. Estoy más tranquila ahora que antes porque, aunque ella se meta conmigo de vez en cuando, no se mete tanto como cuando estaba en clase presencial. Algo es algo… Mi profesor va a tomar medios, eso me dijo.
Testimonio 4 – Daniel, 17 años (México).
Mi colegio propuso clases online y estoy feliz porque ya no sufro. Antes del coronavirus, unos compañeros se metían conmigo, pero ya no porque las clases son virtuales. Todo está bien y estoy relajado. Ahora tengo ganas de iniciar la clase, antes no. Es la primera vez que digo esto a alguien, pero… desearía seguir así, aunque sea un pensamiento egoísta.
Testimonio 5 – Valentina, 13 años (Colombia).
Yo nunca he sufrido acoso de ningún tipo, pero sí he vivido un episodio en mi clase. Recuerdo que el malo de la clase no paraba de insultar a mi amigo hasta que, al final, le gritamos todos: ¡Basta! ¡Cállate! ¡Déjalo en paz! La profesora se sorprendió y yo le dije: Esto es problema de todos, suyo también.
El coronavirus ha traído consigo una nueva forma de adaptarse al medio. El distanciamiento social y los confinamientos han generado efectos psicológicos negativos a gran parte de la población. Los efectos más frecuentes son la ansiedad, el estrés y la depresión (Huang et al., 2020; Serafini et al., 2020).
Carecería de rigor si afirmásemos que la pandemia ha mitigado por completo ya que cada cierto tiempo existen repuntes. No obstante, hasta hoy podemos confirmar que muchos jóvenes y universitarios han sufrido los efectos psicológicos anteriormente nombrados durante esta pandemia. Esto lo corroboran estudios como: Odriozola-Gonzáles, Planchuelo-Gómez, Irurtia y Luis-García (2020) en España, Guessoum et al. (2020) en Reino Unido; Kaparounaki et al. (2020) en Grecia; Mazza et al. (2020) en Italia; Zhou et al. (2020) en China y Liu, Zhang, Wong, Hyun y Hahm (2020) en EE.UU.
Asimismo, la Covid-19 ha forzado una adaptación a las TIC en tiempo récord, dando más importancia al teletrabajo y, en términos educativos, a un sistema educativo de modalidad online, beneficiando de manera indirecta al colectivo acosado de bullying porque sin presencialidad, es decir, sin un aquí y ahora, resulta imposible esta violencia. Recordemos que el acoso escolar está asociado a factores como la intimidación, la baja autoestima o, incluso, el suicidio (Tang et al., 2020). Esto último ha aumentado un 60% en las últimas cuatro décadas en niños y adolescentes (Sher, 2020).
Sin embargo, el coronavirus ha dejado abierto la posibilidad de continuar este acoso a través de Internet ya que la mayoría de jóvenes han pasado gran parte de su tiempo utilizando las TIC. Martín-Cortés, Hoyos y Sierra (2019) afirman que existe una gran predisposición a ser víctima de acoso cibernético si se ha sido víctima de bullying.
En esta línea, existen otros estudios como los de Guessoum et al. (2020) y Gómez-León (2021) que afirman una disminución de acosados por bullying y ciberbullying, lo que reduce los niveles de ansiedad y depresión en sus víctimas. También hallaron un aumento considerable de la ansiedad y la depresión en no víctimas de bullying durante la pandemia.
Tras esto, ¿qué conclusiones podemos obtener?
- La primera de todas es que la pandemia Covid-19 ha tenido una gran importancia para el uso de la tecnología digital. Sin embargo, este uso ha podido tener consecuencias negativas en los jóvenes como un incremento en la cibervictimización.
- La segunda conclusión es que puede existir un acoso continuado si se pasa de acoso tradicional al acoso en red (Ballesteros, Pérez, Díaz y Toledano, 2017), pero si solo se produce en red, este puede causar efectos psicológicos y emocionales menores en los acosados (Caravita, Colombo, Stefanelli y Zigliani, 2016).
- Cada individuo es singular y, por tanto, cada situación es diferente. Aún no existe una clara evidencia para determinar si ha existido más o menos casos de ciberbullying. Sabemos que ha existido la posibilidad de su realización, pero no conocemos el alcance total. Esta pandemia no ha terminado; por esta razón, hasta que no entremos en una fase de normalidad total, no podremos saber con exactitud hasta qué punto ha repercutido el ciberbullying en pandemia.
RECOMENDACIONES ANTE EL CIBERBULLYING Y CONSIDERACIONES FINALES
No existen muchos programas relacionados con la prevención del ciberbullying porque este tipo de violencia es bastante reciente en nuestra sociedad y, al estar ligada al uso de las TIC, está en constante cambio y acomodación. Sin embargo, autores como Kowalski, Limber y Agatston (2008) aconsejan tener en cuenta una serie de orientaciones cuya finalidad es prevenir y/o intervenir el acoso en red:
- Evaluar en qué medida se está realizando ese acoso. ¿Es puntual? ¿continuado? ¿quiénes son los protagonistas? ¿cuántos individuos hay implicados?
- Invertir en formación sobre el ciberbullying para el profesorado. No es necesario que todos sean expertos en este campo, pero es necesario tener una base para poder diagnosticar, evaluar y orientar las supuestas situaciones de acoso.
- Concienciar a nuestro alumnado sobre qué es acoso y qué no lo es. Es imprescindible tener clara una definición para poder establecer objetivos a nivel de aula y de centro para combatir el acoso cibernético. Para ello es necesario explicar el uso de la netiqueta y elaborar normas y principios de utilización de los dispositivos electrónicos en las aulas. Estos deben ayudar al aprendizaje y no a desprestigiar, intimidar y/o violentar al individuo, es decir, al alumnado. Todo esto debe estar reflejado en los documentos oficiales del centro en forma de programa educativo.
- Alentar a que se informe de los casos de acoso en red. Pueden ponerse diferentes buzones de ciberbullying cuya finalidad no sea otra que la de advertir a través de una carta sobre una posible situación violenta. Esta carta podría ser anónima y puede ser escrita por un alumno o un grupo de alumnos. Lo importante es escribir qué situación se está dando, si se están llevando a cabo medidas para mitigar la solución y quiénes son los implicados.
- Informar a los padres del uso correcto de la netiqueta así como de los riesgos de sufrir ciberbullying por parte de sus hijos e hijas. Siempre es necesario establecer un contacto estrecho entre el profesorado y las familias.
A modo de conclusión, el ciberbullying entre nuestros jóvenes no es un problema aislado. La comunidad educativa tiene que tomar medidas para frenar este acoso. Nos movemos en una sociedad cada vez más tecnológica en donde la internacionalización va siendo cada vez mayor. Si no concienciamos y creamos programas sobre el ciberbullying, el acoso escolar será extrapolado a medios en red, creando situaciones desafortunadas y agresivas para el colectivo acosado. El acoso escolar sigue acechando en nuestras aulas de cualquier nivel educativo, desde Infantil hasta en las etapas universitarias. De ahí la insistencia en concienciar y formar a nuestro profesorado de Latinoamérica sobre este tipo de violencia porque una acción a tiempo es capaz no solo revertir el daño, sino de salvar la vida de nuestro alumnado.
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