El caminar del educador en el 2021
Este año que ha concluido, 2020, ha sido un período inesperado con grandes retos en todos los ámbitos de la sociedad, sectores productivos y vidas personales de quienes habitamos este planeta llamado Tierra. Los retos e incertidumbre ante una pandemia se han extendido a cada rincón del mundo afectando de manera insospechada las reacciones, acciones y planes en sectores tan esenciales como la educación. Si bien es cierto antes de la pandemia, la educación tenía ya sus retos particulares dados por factores como contextos y población, ha sido COVID-19 quien ha destapado sin miramientos las deficiencias que este sector enfrenta de manera local, nacional y mundial.
¿Cuál ha sido el caminar del educador, durante esta pandemia, y como se deben guiar sus pasos en este nuevo año que inicia? La crisis de salud pública, nos tomó por sorpresa, las reacciones en el sector educativo variaron de acuerdo a la visión y recursos que se tenían en el momento que la pandemia llegaba a una región. No todos los contextos educativos estaban preparados para un efecto colateral como COVID-19, ni siquiera lo estaban antes de esta crisis, sin embargo, se ha hecho lo que se ha podido. Los educadores han llevado un gran peso en sus hombros para solucionar lo que de manera inmediata requiere respuesta: atención a estudiantes, técnicas de enseñanza-aprendizaje a distancia, la conceptualización de planes alternativos, capacitación, identificación y uso de recursos, entre otras actividades.
En primera instancia, los educadores y sus educandos se enfrentaron a una ola de acontecimientos y decisiones en las que, generalmente eran tomados en cuenta de una manera superficial, como si fueran seres humanos sin vidas externas al ambiente áulico y educativo. Los maestros y maestras tuvieron que responder, como podían, a las necesidades de sus estudiantes y la extensión de todo lo que giraba alrededor de la vida de ese pupilo fuera y dentro del aula. ¡Claro esto no es novedad! Pero por mucho tiempo, aquel profesor o profesora cuyo ejercicio docente impacta más allá del recinto educativo, era visto como una opción y decisión personal, y no una norma. Es en esta primera parte donde los educadores se concentran, en tratar de ejecutar su labor lo mejor posible, sin olvidar que muchos de ellos y ellas, no tenían recursos en casa desde una computadora hasta acceso a Internet o los materiales y condiciones socio-ambientales adecuadas para impartir una clase. ¡Se hizo lo que se pudo! Y hay que subrayarlo.
Consecuentemente las instituciones, dependencias y gobiernos responsables de la educación tomaron en diferentes niveles de capacidad y visión -es decir unos más eficaces que otros – la gran necesidad de orientar y apoyar a sus profesores para asegurar una mejor respuesta. Nuevamente esta acción a nivel institucional se enfrentó a una variedad de realidades ya existentes y que sumado a una pandemia exponían una crisis educativa en sectores escolarizados variados desde un nivel preescolar hasta la educación superior. Las instituciones se volcaron a la capacitación de sus profesores en el uso de tecnologías, en el diseño de espacios virtuales para deliberar currículo y contenidos, en certificaciones y seminarios que exponían las mejores prácticas y algunos más visionarios se dieron a la tarea de crear espacios para hablar de la salud física y mental como el aspecto psicológico y las circunstancias que afectan el rendimiento escolar considerando un estado emocional. Tal vez muchos pensamos en un inicio que la labor del docente debía inclinarse hacia la psicología, lo que se nos había olvidado es que el educador debe ser siempre un observador de comportamientos porque es parte de nuestro quehacer.
En este punto deseo aclarar que la crisis no solo expuso las carencias sino aquellas acciones del ejercicio docente que, en muchas circunstancias, se tenían olvidadas e ignoradas porque se daba por sentado el control de nuestras acciones de enseñanza y la reducción del mismo ejercicio a ejercicios recurrentes como preparar clase, diseñar y/o seguir un currículo, organizar actividades, cumplir con un horario de trabajo e inclusive pasar lista de asistencia. Varios de nosotros como docentes hemos cometido errores rutinarios que lo único que hacen es reducir el impacto de nuestra labor a una serie de procedimientos y acciones ejecutoras, pero sin detenernos a analizar el entorno, las condiciones sociales, el rol de la cultura y su contexto, las interacciones humanas, la diversidad de realidades que coexisten en un solo recinto académico, la disparidad de condiciones económicas y sociales de nuestros alumnos, y otras características que influyen en el entorno educativo.
Aunado a ello, la pandemia no solo expuso, sino que además agudizó y sumó otras situaciones que afectaron el quehacer docente. Por ejemplo, el dominio de contenidos, pero con un enfoque relevante y responsivo hacia lo que se está viviendo. ¿Qué significado utilitario adquieren las matemáticas en tiempos de crisis?, ¿Vale la pena parar la instrucción para escuchar lo que les preocupa a los estudiantes?, ¿Cómo hablar de las enfermedades, su prevención y la muerte cuando son realidades en el entorno social de los educandos (Ej. Ciclo de la Vida)?, y ¿Qué pasa si el profesor enfrenta lo mismo en su hogar? Todos estos temas humanos parecían en la cotidianidad no tener cabida puesto que estábamos concentrados en cubrir los temas de un currículo, en llenar las hojas de un cuaderno, en escribir incansablemente en un pizarrón y el concluir todos los ejercicios impresos en un libro de texto.
La pandemia solo vino a multiplicar las adversidades que ya enfrentaba la educación en varias partes del mundo por carecer de un sentido humanista y responsivo a los contextos locales. La primera fase del COVID-19, hablando en materia de educación, pretendió solucionar con las acciones institucionales las problemáticas sociales cuando en realidad la tecnología es y siempre será solo un medio que sin duda no es la solución si no se tiene acceso, y aunque se tenga si se pone por encima del diálogo maestro- alumno. Los contenidos curriculares han sido cuestionados fuertemente porque constatamos que estudiar la historia, no solo es comprenderla, discutirla y analizarla desde la memorización de fechas y acontecimientos que pierden relevancia cuando somos protagonistas de la historia de la humanidad y una crisis de salud pública que afecta todo incluyendo a la educación. Entonces, adquiere mayor importancia estudiar la historia para conocer el efecto de esos hechos en el presente y su proyección en el futuro.
¿Cuál es el caminar del educador en el 2021? No soy adivina, ni juego a tener la verdad absoluta pero las agendas y sus respectivas tomas de decisiones deben considerar, en todo momento, que la educación no es un acto estático y por lo tanto no podemos reducirlo a una capacitación en el uso de ciertas plataformas tecnológicas, acciones recetadas donde se consideran reducidos escenarios y realidades socioeconómicas debemos ampliar el horizonte hacia un acto que no sólo provea de una buena experiencia educativa en tiempos de COVID-19 sino aunado a ello cómo podemos, desde nuestro rol de educadores, crear espacios de conversación donde los contenidos cobren relevancia en la cotidianidad del educando.
Hay muchas cuestiones que quedan en el aire como el acceso a Internet, el poseer un adecuado computador e inclusive si en el hogar se tiene acondicionado un espacio donde pueda existir la luz, el sonido y el ambiente necesario para estimular al educando incluyendo problemáticas como la deserción escolar por múltiples razones generadas por el COVID-19. Por otra parte, el educador no solo se dedica a enseñar. ¿Cuántos profesores han tenido que renunciar a su trabajo para atender a su familia (ej. hijos en edad escolar)?, ¿Cuántos otros han perdido sus trabajos o no han podido ejercer su ejercicio docente adecuadamente al sumarse otros factores?, ¿Cuántos más se enfrentaron al reto de usar la tecnología dada por una brecha generacional y no por falta de conocimientos en su campo académico?
El caminar del educador en este 2021, tiene que ser aquel que primero mire a su alrededor para reconocer como la pandemia a mermado su mundo anterior, tiene que ser aquel donde se tengan o no herramientas adecuadas pueda proyectarse para saber como responder con los recursos que tanto él/ella y sus educandos tiene a su alcance, tiene que despojarse de seguir el plan tal y como se ve en papel y a veces ser condescendiente en parar una clase o una actividad para dar pie al diálogo ese que le permita actualizarse de las realidades de sus alumnos, tiene que ser uno más consciente donde no solo haga un ejercicio interior durante la pandemia sino que esta actividad se quede como el eje central de su preparación y quehacer docente. Estudiar el entorno, adecuar los contenidos, escuchar las voces de sus estudiantes, aprender de los errores, reconocerse como un ser que se equivoca y acierta.
El caminar del educador debe partir de todo lo que se ha vivido en esta crisis porque tenemos que aprender de ella a consciencia de lo que somos como profesores e individuos, y lo que nuestros alumnos son fuera y dentro del aula. Lo que sugiero es tener una visión más holística e incluso para los que les toque capacitar a educadores, saber de antemano qué recursos se tienen en el contexto de cada maestro y guiarlos para que aprendan a discernir y con ello identificar lo que es adecuado a su realidad escolar y la de sus estudiantes.
Debemos eliminar esas prácticas erróneas donde todos los educadores deben adaptar, adecuar y utilizar las mismas herramientas. Una cuestión es certificarnos, conocer las últimas tendencias y otra distinta es querer solucionar todo suponiendo que lo que funciona para unos, es también para nosotros – al pie de la letra-. Un educador del 2021 debe atender talleres, pláticas, capacitaciones con la visión de que lo que aprenda deberá analizarlo y adaptarlo, si así lo considera, en beneficio de su labor docente, su personalidad como educador y el impacto que desee generar en sus estudiantes. Un educador en el 2021 debe ser aún más consciente de sus acciones para centrar su ejercicio en el servicio de los demás, porque esa es la naturaleza del profesor. No podemos suponer que después de esta crisis, los problemas se volverán a esconder y quedarán en el olvido, si el COVID-19 los hizo visibles, y si nos hemos ocupado de ellos; debemos seguirlo haciendo para cambiar los esquemas educativos estáticos que solo consideran a pocos e ignorar a muchos.