Matemática: no hay siglo XXI posible si no nos amigamos con los números
Semanas atrás se conocieron los datos del Operativo Aprender 2019, el censo educativo anual más estratégico que se realiza en la República Argentina. En esta oportunidad, les tocó el turno a los alumnos de último año escolar, de todas las escuelas, de todas las provincias, quienes fueron evaluados en dominios de matemática, lengua, ciudadanía y ciencias naturales. El resultado agregado promedio de las cuatro temáticas indica que 42,75% de los alumnos finalizan la experiencia escolar sin los dominios necesarios para la etapa educativa subsiguiente, o para ingresar productivamente en el mundo del trabajo. O sea, más de 4 alumnos sobre 10 gradúan rengos, cojos y tuertos en términos de aprendizajes escolares. Una población escolar mutilada, con todas las restricciones que ello supondrá para su futuro desenvolvimiento en una experiencia de educación superior, en una pasantía o en un primer empleo, aunque sea en una pyme. Una tragedia. Y al dato se lo comió la coyuntura.
No estoy seguro de que lleguemos a dimensionar como sociedad la gravedad de lo que indican estos guarismos. No llego a ver que verdaderamente sopesemos con precisión en qué camino nos estamos metiendo como sociedad, como colectivo, como proyecto de Nación, y qué avenida estamos abandonando por un buen rato. En una encuesta de D’Alessio Irol/Berensztein (Ver encuesta Humor Social y Político, publicada por D’Alessio Irol/Berensztein en noviembre de 2020, incluyendo las respuestas de 1.372 encuestados, mayores de 18 años, de todo la Argentina), del mes pasado, entre los diez temas que más preocupan a los argentinos, ¡la educación ni siquiera aparece! Tenemos cabeza y agenda para la inflación, inseguridad, incertidumbre económica, consecuencias económicas de la cuarentena, el contagio del Covid-19, hasta para la impunidad judicial de Cristina Kirchner, los subsidios, el cepo y la posible corrupción en el gobierno anterior. Pero para la educación, nada. En una medición aún más cercana de Synopsis, de octubre, la educación figura como la última de las ‘principales preocupaciones ciudadanas’, detrás de la corrupción, inflación, salud, desempleo e inseguridad. Última.
Al desglosar los resultados del Operativo por área, claramente lo que más genera preocupación es el rendimiento matemático de los alumnos, dado que solo el 28,6% se gradúa con los conocimientos suficientes. O sea, más de 7 de cada 10 alumnos de los que completan la escuela secundaria (que son la mitad del alumnado que la inicia…), salen comprometidos, porcentaje que empeoran hacia la escuela de gestión estatal y hacia los niveles socioeconómicos más bajos. La matemática no es un dominio más de un cajón curricular que se deba llenar, sino que es un supra dominio, que embebe muchas otros disciplinas y que atraviesa rutinas de la vida cotidiana, profesiones y muchos de los trabajos nuevos de la cultura digital. Logan habla de la matemática como el tercer lenguaje que creó el ser humano, que inclusive facilitó la emergencia del lenguaje de la ciencia. La M de la sigla STEM, y también de STEAM, es matemática, y hoy todas las Naciones alientan formación STEM y demandan capacidades equivalentes para el mundo del trabajo, mientras nosotros seguimos formando psicólogos y abogados. Y ni que hablar de la ciencia de los datos, este campo emergente y transdisciplinario desde el cual se intenta interpretar el potencial de los datos, la tecnología y la inteligencia artificial para resolver problemas de largo arraigo.
Debemos suponer que esos resultados de aprendizaje se verán seriamente agravados durante el presente año. La bomba que supuso el covid-19, cerró el sistema escolar presencial durante gran parte de este año, e impidió que el sistema despliegue sus estrategias durante siete meses. Si bien en algunos casos se montó un sistema precario de acompañamiento a distancia del alumnado, muy poca de la planificación escolar finalmente se pudo desplegar. Con algunos alumnos, inclusive, ni se logró establecer contacto. Si bien el Ministerio de Educación nacional dictaminó hace meses que el Operativo Aprender 2020 no se llevaría adelante, por las complejidades señaladas antes, no es necesario ser muy sagaz para imaginar el agravamiento de los aprendizajes, en particular los de matemática.
Más allá de lo que la escuela tenga para ofrecer, debemos convertir a la matemática en una causa nacional. No alcanza solo con la escuela, el tema es demasiado grave para dejarlo en manos de una única institución, que además está fracasando estrepitosamente. Debemos sacar la matemática a pasear y convertirla en cultura popular, filtrándola en todos los órdenes de la vida. Debemos cambiar el estereotipo del nerd con anteojos de gran aumento resolviendo ecuaciones complejas de espaldas a las risas de sus compañeros, y reemplazarlo por el de un triunfador de la digitalización y del siglo XXI. Saber matemática debe garpar, no solo con buenas notas, sino en el trabajo, entre los amigos, en la consideración social. Debemos impulsar olimpíadas, maratones, efemérides, premiaciones sustanciosas, programas de tv. También hacen falta youtubers e instagramers matemáticos, para conectar con los chicos desde temprana edad, desde otro lugar. Periodistas deportivos, panelistas y faranduleros, todos deberían incorporar formación, lenguaje y herramientas matemáticas en sus apariciones, si el propósito es iniciar una verdadera batalla. Con la escuela sola no alcanza. Y con nuestra escuela, menos aún.
Claro que también existen estrategias probadas que favorecen el aprendizaje de matemáticas dentro de la escuela, que nuestro sistema debería incorporar. Primero, conectar la enseñanza con el entorno. Un estudio del Reino Unido verificó que alumnos de octavo grado mejoraron la resolución de problemas matemáticos del 43% al 98% solo por haber podido aplicar el problema a una situación real. Segundo, dar retroalimentación inmediata, manteniendo activa la participación del alumno y desactivando en forma temprana la aparición de ansiedad demostrada en informa de la Universidad de Stanford. La tecnología hace que esta estrategia sea de muy sencilla implementación, creando repositorios de problemas y desplegando personalización de trayectorias de aprendizaje. Y, por último, enseñando a través de entornos lúdicos, en diseños de aula o plataformas que reúnan las consignas que hacen del juego una actividad estimulante para los alumnos.
Me resulta obvio que el futuro del trabajo será más digital, más tecnificado, más interpretativo. Lo que hace unos años realizaba una palanca mecánica accionada por una polea y un brazo fornido, ahora lo realiza un botón presionado suavemente por un dedo, o simplemente un mensaje oral, que activa circuitos electrónicos de ceros y unos, algoritmos y procesos de infinitas iteraciones. Nuestro vínculo con los problemas y las soluciones estará cada vez más mediado por los números. Las pantallas de nuestros celulares, así de lindas y sencillas que se ven, son números, algoritmos y ecuaciones que corren a gran velocidad. ¿De verdad creemos que podemos seguir permitiendo que nuestros hijos y alumnos sigan sin aprender casi nada de matemática?
Hace unos años escribí que lo único peor a no conocer nuestros problemas, es conocerlos y no hacer nada al respecto. ¿Estamos parados frente a esta situación? ¿Somos indolentes frente a lo obvio? ¿Somos cortos de genio y luces, vagos, o solo egoístas? Díganme que no, convénzanme de que para 2021 tenemos pensado algo potente, así no me preocupo tanto.