Mi huella
¿Qué quieres ser de mayor? Me preguntaban de pequeña. A lo que yo respondía: “Profesora de educación física”. Sin embargo, a medida que pasaban los años me di cuenta de que quería ser profesora, no solo de dicha asignatura en específico, sino de cualquier asignatura que se impartiera a estudiantes entre seis a doce años. Y es que… ¿Qué mayor satisfacción existe que poder enseñar de todo y que los alumnos guarden para sí los conocimientos que más les gusten? Por eso es que en el año 2011 comencé a estudiar Educación Primaria. Terminé la carrera e hice un máster para ser Psicopedagoga. La verdad que cuando impartía clases particulares por las tardes durante la carrera -luego explicaré para qué- tuve la experiencia de enseñar a alumnos con trastornos del aprendizaje. Trataba en todo momento de transmitirles que ellos eran capaces de mejorar si se esforzaban. Considero que con constancia, emoción y empeño, logré que pudieran remontar su situación, en gran medida, y que confiaran más en sí mismos. Así que, por eso me di cuenta de que mediante la disciplina de la psicopedagogía hacía sentir aún más capaces a esas personas que presentaban alguna condición. Mediante ese trabajo que realicé entre el año 2011 hasta el 2016, a parte de poder disponer de un poco experiencia laboral para mi corta edad, con el dinero que ganaba, viajaba siempre que podía. No solo ahorraba un poquito de dinero, sino que también fui entrenadora de baloncesto durante varios años; de esa manera, complementé mi formación como docente y ahorraba mediante la enseñanza de un deporte que adoraba, el basket. Ahora también me encanta, pero solo es un hobbie. Enseñarlo no era lo único que me hacía disfrutar en aquella época, también jugarlo, puesto que lo practique durante 12 años.
Lo que contaba durante los párrafos anteriores es que gracias a ese dinero extra viajaba, y viajaba… (Solo por España y algunos países de Europa). Hasta que, a inicios de 2016, terminé el máster y se me ocurrió una idea… ¿Por qué no compaginar mis dos pasiones? Y es que, si no he sido muy explícita hasta ahora, aquí empieza mi historia más reciente.
Mis dos pasiones son enseñar y viajar. Asimismo, tengo muy clara mi profesión; tal y como he mencionado en el primer párrafo, desde muy pequeña. Por eso, postulé a una beca del Gobierno Vasco (El gobierno autonómico del que provengo) llamada Global Training. Dicha beca me podía permitir desempeñar una pasantía remunerada en el extranjero durante seis meses. En una de las ofertas de dicha convocatoria (Año 2016) había que hacer una lista de tres destinos a los que quisieras ir según tu perfil profesional. En primer lugar, anoté una beca en Inglaterra para ser profesora de castellano en un centro educativo; para aquella época no me había certificado con el FCE y me pareció una buena opción aprender inglés y enseñar castellano en un país anglosajón. Pero, desde hace tiempo, había querido salir de Europa, ver un lugar distinto, una cultura impactante, algún país en vías de desarrollo. Reconozco que en la primera opción seleccioné un lugar que me motivaba, especialmente, por el hecho de mejorar un idioma que es tan importante hoy en día; pero, yo quería ir a un lugar que me sorprendiera mucho más. Por eso, como segunda opción coloqué ir a un colegio jesuita en Quito, Ecuador. Como tercera, un colegio en Bucaramanga, Colombia.
Creo que en la entrevista que realicé para obtener la beca, mostré muchas más ganas para ir a Ecuador que para ir a Inglaterra; me imagino que los evaluadores así lo percibieron dado mi perfil y mi ímpetu. En ese colegio de Ecuador se trabajaba mediante Inteligencias Múltiples y Proyectos Multidisciplinarios. ¡Lo cual me entusiasmó! Llegó el día de la publicación de las personas seleccionadas y… ¡FUI ELEGIDA! Me iba a Quito.
Estuve durante seis meses (desde diciembre de 2016 a junio del 2017) en el colegio Unidad Educativa Colegio San Gabriel-Jesuitas en Quito. En este colegio, trabajé como profesora de Lengua y Literatura. De la primera experiencia de trabajo que tuve solo puedo mencionar aspectos positivos, ya que personal y profesionalmente crecí notoriamente durante muy poco tiempo. Trabajé en un proyecto llamado “Feria Agroindustrial”, donde se profundizó el contenido de las asignaturas de Lengua y Literatura, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales, Formación Cristiana, Inglés y Matemáticas. Los alumnos, trabajando en pequeños grupos de 3-4 personas, tenían asignada una materia prima agrícola. A partir de ella, creaban una mini-empresa; realizaban sus propias investigaciones para analizar el origen de su materia prima, iban a los lugares de cultivo y entrevistaban a sus trabajadores, hacían procesos de degustación que las personas calificaban, y así, producían sus propias estadísticas; no solo eso, realizaban carteles publicitarios para atraer a nuevos compradores y creaban un producto para vender en una feria en la que se presentaron 33 productos. Además, todas las ganancias de dicha feria estaban destinadas a proyectos sociales. Fue un proyecto impresionante en el que pude ayudar en la producción de textos escritos y en el ámbito de la publicidad. Observé cómo los alumnos maduraron durante todo el año lectivo, aprendieron a organizarse como grupo y sobre todo, sintieron que lo que aprendieron era útil de cara a su futuro, ya que algunos de ellos decían que querían formar sus propias empresas o ser futuros chefs. En definitiva, los resultados fueron significativos, porque los alumnos adquirieron distintas herramientas para aprender a aprender y tomaron conciencia de sus potencialidades.
Además, me sumergí de lleno en una catástrofe que vivió Ecuador en el año 2016, en la que un pueblo costero del país llamado Pedernales quedó devastado por un terremoto. El colegio San Gabriel de Quito construyó un colegio en esa ciudad, ya que el que estaba edificado allí quedó en ruinas. El nivel de enseñanza y formación de los progenitores de los alumnos del colegio San Gabriel de Guachapelí era inferior al de Quito. Tuve la gran oportunidad de impartir clases allí, en un colegio con apenas recursos. Adapté la manera de enseñar a alumnos que aún con 12 años tenían dificultades para leer; asimismo, analicé la diferencia formativa entre la realidad de la costa ecuatoriana y de Quito, lo que fue muy gratificante para mí.
La aventura llegó a su fin, pero me quedé con ganas de más. Sentía que Quito, a pesar de haberme dado tantas alegrías, era un lugar en el que se terminó mi aventura, ya que mi cuerpo me pedía que hiciera un alto en el camino y discerniera. No obstante, quería continuar mi viaje por América Latina… Retorné a Bilbao y tenía muy claro que iba a seguir buscando una experiencia laboral en otro país sudamericano. Mediante el trabajo realizado en Ecuador y habiendo sido colaboradora para la Compañía de Jesús, pensé que continuar mi camino en esa congregación que apuesta tanto por la innovación educativa era una excelente idea. Así es que conseguí una entrevista para el Colegio De la Inmaculada-Jesuitas en Lima, Perú. Tras algunas entrevistas virtuales, ¡me fui a Perú! Y aquí sigo hasta que el cuerpo me pida cambiar de rumbo. Estoy feliz, con ganas de seguir creciendo profesionalmente y de continuar conociendo lugares por América del Sur.
Este es el tercer año que trabajo en el colegio como profesora de Comunicación (Lengua Castellana); hay muchísima apertura para poder innovar y diseñar lo que desee. Obviamente, debe ir ligado a ciertas competencias y desempeños, puesto que el currículo educativo peruano así lo decreta. Pero, ¡yo me lanzo a poner en práctica cualquier actividad que considere que se acerque al lenguaje de los jóvenes de hoy en día! Y es que, si no tenemos en cuenta la realidad del estudiante, la cultura juvenil, su contexto socioeconómico, los recursos con los que cuenta el colegio, entre otros, no van a disfrutar de su etapa escolar. Durante mi corto pero intenso trayecto como docente, considero que trato de entender el lenguaje de mis estudiantes y llevarlo al aula. En pleno año 2020 los profesores no podemos obviar las Redes Sociales, puesto que forman parte del día a día de nuestros estudiantes. De hecho, si se usan de manera responsable, son muy útiles para innovar y darles el sentido que se merecen en el aula. La asignatura que imparto es muy tentadora para llevar la realidad comunicativa cotidiana al aula, puesto que, trabajar con su mundo en clase, llevarlo al lenguaje escrito, lector y oral, hace el día a día más divertido y cercano.
Desde hace unos meses, cuelgo en mi cuenta personal de Twitter actividades que pongo en práctica en el aula. Pero, aprovechando que paso por SchoolRubric, sí quisiera compartir una de mis actividades favoritas.
Ya saben que potenciar la lectura en los jóvenes no es nada sencillo en los tiempos que corren… Por eso, se me ocurrió, en base a la visualización de un videoclip grabado íntegramente mediante Instagram Stories, “Para que el mundo lo vea” de Arnau Griso, utilizar Instagram para trabajar la lectura obligatoria del bimestre. A la sesión le puse el nombre de “Stories”. Después de proponerles ese reto, comencé a explicarles los pasos de la sesión. Primero, cada estudiante resumió un capítulo asignado de la lectura obligatoria. Los libros eran: “Momo”, “Naves Negras ante Troya”, “El Principito” y “Las aventuras de Ulises”. A continuación, narraron su resumen al estilo Instagram Stories; es decir, utilizando stickers, texto y, la gran mayoría utilizó filtros y gifs que hicieron muy divertidos los vídeos. Finalmente, crearían afiches publicitarios mediante el programa “Canva” para promocionar sus capítulos.
Para ir concluyendo, me gustaría responder a una pregunta que nos hacen a muchos docentes: ¿Eres docente por vocación? Pues sí, lo tenía claro desde pequeña, tal y como he mencionado antes. Adicionalmente, me quisiera dirigir a todas aquellas personas que tengan dudas de si ser maestro es una profesión que merece la pena. A ellos les diría lo siguiente:
Es agotador, sí, pero yo, al menos, me siento muy útil al poder ayudar en el desarrollo de una persona. Desafortunadamente, soy de esas chicas que recibió una educación tradicional y no enfocada a mis intereses. Considero que eso no es justo; los estudiantes merecen pasarlo bien en el colegio y realizar actividades innovadoras que les sean prácticas de cara al futuro, que les ayuden a ser personas tolerantes, críticas, felices y ciudadanos digitales del siglo XXI.
Finalmente, he de mencionar, que hace poco he vuelto a Lima tras pasar diez días en el caribe colombiano. Allí, son muchas las frases cotidianas que escuché, pero hay una en específico que me llamó mucho la atención: “Lánzate, que la red aparecerá”.